Malas noticias para los que aspiraban a renovar su PC gaming con un presupuesto ajustado. La industria de las tarjetas gráficas se enfrenta a una encrucijada que podría cambiar para siempre la forma en que accedemos al juego en PC: tanto AMD como Nvidia están sopesando seriamente abandonar sus líneas de entrada, aquellas tarjetas que siempre fueron la puerta de acceso a millones de jugadores alrededor del mundo.
El problema que nadie vio venir
El culpable de esta situación tiene un nombre que aparece en las noticias tech casi a diario: la Inteligencia Artificial. No es que las nuevas versiones de GPUs sean más débiles o que los fabricantes hayan decidido repentinamente regalar hardware menos potente. El problema está en los componentes fundamentales que las conforman.
Durante 2025, los precios de la memoria VRAM se han disparado astronómicamente. Las memorias especiales para IA, conocidas como HBM, se han convertido en una joya muy solicitada por los centros de datos y empresas de inteligencia artificial. Ante esta demanda feroz, los fabricantes de semiconductores han redirigido gran parte de su producción hacia estas memorias de alto valor, dejando escasa disponibilidad para la VRAM tradicional (GDDR) que utilizan las tarjetas gráficas de consumo.
El resultado final es simple: cuando los componentes clave de tu producto se vuelven desproporcionadamente caros, la rentabilidad se desmorona.
La ecuación que no cierra
Según informaciones que circulan en el sector, la VRAM puede representar entre el 20 y el 25% del coste total de fabricación de una GPU económica. En modelos de entrada como la AMD RX 9060 XT o la Nvidia RTX 5060, el margen de ganancia ya era de por sí muy ajustado. Ahora, con los precios de memoria duplicados en pocas semanas, muchos fabricantes enfrentan un dilema imposible: fabricar GPUs a precio de costo (o incluso con pérdidas) o simplemente dejar de hacerlas.
La razón por la que esto afecta desproporcionadamente a las gamas bajas es económica pura. Un jugador que contempla gastar 300 euros en una GPU es mucho más sensible a pequeños aumentos de precio que alguien dispuesto a invertir 700 u 800 euros en un modelo premium. Un incremento del 15-20% en una gráfica de entrada puede suponer la diferencia entre una venta y un cliente disuadido. En cambio, ese mismo porcentaje en una RTX 5090 se absorbe con mayor facilidad.
El efecto dominó
Si los fabricantes de tarjetas gráficas ven amenazada su supervivencia en el segmento de entrada, otros dispositivos que incorporan GPUs también sufrirán consecuencias. Portátiles gaming asequibles, consolas futuras, incluso ciertos modelos de tablets podrían encarecerse significativamente. Valve, que está preparando la Steam Machine y la Steam Frame, también deberá evaluar cómo lidiar con estos costos inflacionados de componentes.
Una situación que se repite
Ironía histórica: estamos al borde de repetir lo que ya sucedió hace poco. Durante la pandemia de COVID-19, la escasez de componentes obligó a muchos fabricantes a priorizar GPUs premium, mientras que las opciones accesibles desaparecían de los estantes. Los precios se dispararon, el mercado de segunda mano se convirtió en la única opción viable para muchos, y los jugadores presupuestados simplemente se quedaron sin opciones nuevas.
Los datos de TrendForce sugieren que los precios de memoria seguirán presionando hacia arriba hasta bien entrada 2026, especialmente mientras la industria de IA mantenga su sed insaciable de chips. Los analistas de Morgan Stanley hablan de un “superciclo de memorias” con incrementos que pueden variar entre el 50 y el 300% dependiendo del tipo, un panorama que no invita al optimismo.
¿Y ahora qué?
Para quienes están considerando actualizar su GPU, los expertos del sector ofrecen consejos tan obvios como deprimentes: no esperes. Los stocks actuales de modelos económicos probablemente desaparecerán más rápido de lo que imaginan, y cuando se agoten, la realidad del mercado será brutal.
Las opciones que quedarían serían más austeras: invertir en un modelo premium que ronde los 700 euros o más, recurrir al mercado de segunda mano (donde probablemente los precios subirán por escasez), o explorar alternativas como servicios de juego en la nube como GeForce Now o Xbox Cloud Gaming. No son soluciones ideales para puritanos del rendimiento local, pero ante la adversidad, algo es algo.


