¿Alguna vez has jugado a un videojuego donde tu mejor arma no era una espada legendaria ni un rifle futurista, sino tu capacidad para soltar la mentira perfecta en el momento justo? Pues prepárate, porque existe un universo de títulos donde engañar, traicionar y manipular son las habilidades que te llevan a la victoria. Y no, no estamos hablando solo de mentirle a tu squad en Among Us diciéndoles que estabas en medbay (cuando todos sabemos que no estabas ahí).
El arte del engaño
La mentira como mecánica central no es ninguna novedad en el mundo del gaming, pero sí una de las más fascinantes. Mientras que la mayoría de juegos te piden que aprietes gatillos o hagas combos imposibles, estos títulos exigen algo mucho más humano: leer a la gente, manipular situaciones y, básicamente, convertirte en un maestro del farol.
Among Us se convirtió en el fenómeno pandémico por excelencia, enfrentando a grupos de amigos en batallas psicológicas donde los impostores deben eliminar a la tripulación sin ser descubiertos. El juego es pura deducción social: acusaciones voladoras, coartadas inventadas sobre la marcha y ese momento brutal cuando alguien te pilla saliendo de un vent y sabes que se acabó el juego.
Mentiras con consecuencias narrativas
No todos los juegos de mentiras son multijugador. Lies of P, el soulslike basado en Pinocho, introduce un sistema de mentiras que afecta directamente a la narrativa. Como el títere que quiere convertirse en humano, el jugador puede optar por mentir a los NPCs que encuentra, algo que según el lore del juego, los títeres normales no pueden hacer. Estas decisiones influyen en las misiones secundarias y, lo más importante, determinan qué final conseguirás.
La gracia del sistema en Lies of P es que te obliga a pensar en las consecuencias a largo plazo. ¿Le dices la verdad a esa anciana sobre su “bebé” muerto, o le mientes para que sea feliz en su ignorancia? El juego no juzga, pero sí registra, y tus mentiras van moldeando el camino hacia uno de los múltiples finales disponibles.
L.A. Noire llevó la detección de mentiras a otro nivel con su revolucionaria tecnología de captura facial. Aquí no eres tú quien miente, sino que debes detectar las mentiras de los sospechosos observando sus expresiones faciales, tics nerviosos y contradicciones en sus testimonios. El sistema original tenía opciones de “Verdad/Duda/Mentira” (que luego se cambiaron a “Buen Policía/Mal Policía/Acusar” en la remasterización), y la clave estaba en presentar la evidencia correcta en el momento correcto para desmontar las coartadas de los criminales.
El problema, como muchos jugadores descubrieron, es que las expresiones faciales a veces eran… digamos, poco claras. Todos parecían estreñidos, independientemente de si mentían o no. Pero cuando funcionaba, cuando pillabas ese microtic nervioso o esa mirada evasiva, la satisfacción era increíble.
Traición en el Ártico y otras delicias cooperativas
Project Winter y Dread Hunger elevan la traición a niveles épicos al combinar supervivencia con deducción social. En ambos juegos, un grupo de jugadores debe cooperar para sobrevivir en condiciones extremas (frío, hambre, animales salvajes), mientras que entre ellos se esconden traidores secretos cuyo objetivo es sabotear la misión y eliminar a los supervivientes.
La genialidad de estos títulos reside en que los traidores deben ganarse la confianza del grupo primero. No puedes simplemente ir matando a diestro y siniestro desde el minuto uno, porque te descubrirán de inmediato. En cambio, los mejores traidores contribuyen genuinamente al equipo al principio, recolectan recursos, ayudan en objetivos… y luego, en el momento perfecto, cuando todos confían en ellos, sacan el hacha.
Deceit, otro juego de este género, va un paso más allá con su sistema de “infectados” que pueden transformarse en monstruos durante las fases nocturnas. Los jugadores deben beber bolsas de sangre en secreto para poder transformarse, pero si alguien te pilla haciéndolo durante el día, probablemente te voten para echarte del juego. Es tensión pura: necesitas ese power-up de monstruo, pero obtenerlo implica arriesgarte a ser descubierto.
El engaño en juegos de un jugador
Detroit: Become Human presenta una de las secuencias de interrogatorio más complejas de los últimos años. Como Connor, el androide investigador, debes interrogar a un desviado capturado, jugando con su nivel de estrés para extraer información sin que se autodestruya. Es un delicado equilibrio entre presionarlo lo suficiente para que hable, pero no tanto como para que explote literalmente.
La mecánica te obliga a leer la situación constantemente. ¿Está demasiado estresado? Usa una respuesta empática. ¿Se está cerrando? Presiona más fuerte. Es como un juego de póker psicológico donde las apuestas son información vital para el caso.
Town of Salem lleva la mentira al terreno del navegador con una experiencia que mezcla Mafia con roles únicos y complejos. Aquí no solo importa mentir, sino hacerlo de manera creíble y consistente. Los jugadores malvados deben preparar “testamentos falsos” con historias elaboradas sobre qué han estado haciendo cada noche, inventando coartadas que resistan el escrutinio de los investigadores del pueblo.
La complejidad viene de que algunos roles pueden detectar mentiras, otros pueden interferir con acciones nocturnas, y todos dejan pistas que un jugador observador puede usar para desmontar tu historia. Es mentir en modo difícil, donde un solo detalle inconsistente puede enviarte a la horca.
“En el reino de los videojuegos donde mentir es la mecánica central, el mejor jugador no es el más rápido ni el más fuerte“
Cuando el juego te miente a ti
Y luego están esos juegos que dan la vuelta a la tortilla y te engañan a ti, el jugador. Existe un interesante concepto de diseño donde la propia interfaz del juego o los indicadores en pantalla mienten deliberadamente para crear confusión. Imagina un juego donde el marcador de objetivos te lleva al lugar equivocado a propósito, o donde la información del HUD es manipulada por una IA maliciosa dentro de la narrativa.
The Stanley Parable jugó con esta idea de forma magistral, aunque no se centraba específicamente en mentir. Pero la idea de que no puedes confiar ni siquiera en lo que el juego te está diciendo abre posibilidades narrativas fascinantes.
El factor psicológico
Lo que hace especiales a estos juegos es que apelan a algo profundamente humano. Como especies sociales, hemos evolucionado para detectar patrones y leer comportamientos. Los buenos mentirosos en estos juegos no son necesariamente los que tienen mejores reflejos o puntería, sino los que entienden la psicología humana.
La investigación real sobre detección de engaños muestra que las personas no son mucho mejores que el azar para identificar mentiras, con solo un 4% de mejora después de entrenamiento especializado. Pero en el contexto de un juego, donde puedes observar patrones de comportamiento a lo largo de múltiples partidas, los jugadores desarrollan una intuición casi sobrenatural para detectar cuando algo no cuadra.
Mentir con estilo
Al final del día, estos juegos nos permiten explorar un aspecto de la naturaleza humana que normalmente reprimimos en la vida real. Podemos traicionar, manipular y engañar en un entorno donde las consecuencias son divertidas en lugar de devastadoras. Y cuando logras la mentira perfecta, cuando convences a todos de tu inocencia mientras literalmente acabas de cometer un asesinato virtual, la sensación de logro es incomparable.
La próxima vez que te sientes a jugar uno de estos títulos, recuerda: en el reino de los videojuegos donde mentir es la mecánica central, el mejor jugador no es el más rápido ni el más fuerte. Es el que puede mirar a sus amigos a los ojos y decir “no fui yo” con la cara más seria del mundo. Incluso cuando absolutamente, definitivamente,sí fue él.


